Educación sexual integral

Los ejes de la ESI:

  • Ejercer nuestros derechos

Este eje pone el foco en que las/os niñas/os, adolescentes y jóvenes son sujetos de derecho con plena capacidad para participar, ser escuchadas/os y no discriminadas/os por ningún motivo, y define al Estado y a las/os adultas/os como garantes de esos derechos.

Desde este enfoque, niñas/os y adolescentes tienen derecho, entre otras cosas, a la vida, a la salud, a la educación, al acceso a la información, a la participación y a ser reconocidos como actores sociales activos. Se establece, además, que deben ser protegidas/os, acompañadas/os, escuchadas/os y, sobre todo, que sus opiniones deben ser tenidas en cuenta.

Esta mirada no elimina la asimetría necesaria en los vínculos entre las personas adultas y las niñas, niños y adolescentes, sino que promueve otras maneras de que se vinculen, y ello implica construir otros modos de ejercer la condición de adultas/os y la autoridad.

Este enfoque impulsa a las/os niñas/os, adolescentes y jóvenes a tomar decisiones con autonomía, para que puedan asumir gradualmente responsabilidades y producir transformaciones institucionales que democraticen la escuela e incidan en la forma en que se toman las decisiones que atañen a todas/os.

  • Garantizar la equidad de género

Desde que nacemos, según nuestros genitales, se nos trata como mujeres o como varones; así nos llaman, nos visten y muchas veces nos enseñan a jugar con juegos “de nenas” o “de nenes”. Es decir, se nos asigna un género y vamos aprendiendo, casi sin darnos cuenta (en la escuela, en la familia, en el barrio, en los libros, en los medios de comunicación y en nuestra vida cotidiana), las pautas sociales que se desprenden de esa manera de clasificarnos. Es por esto que muchas veces pensamos que todas las personas solamente pueden ubicarse en una de estas dos categorías: varón o mujer, y que además, esta manera de entenderlas es “natural” y la única forma posible. A esto se lo considera una manera binaria de representar a las personas. Sin embargo, este modo de reflexión sobre nosotras/os mismas/os y sobre las/os demás no es natural sino histórico, depende de circunstancias sociales y culturales y, fundamentalmente, supone relaciones que otorgan más valor social a las masculinidades que a las feminidades e identidades no binarias –es decir, aquellas que no se reconocen ni masculinas ni femeninas–.

  • Respetar la diversidad

Cuando hablamos de diversidad, nos referimos a las diferencias que hay entre las personas porque asumimos que todas son distintas. Esas diferencias, también se expresan en el modo en que cada ser humano piensa, siente, cree, actúa y vive su sexualidad. Compartir la vida con otras/os nos enriquece en la medida en que nos pone en contacto con experiencias y trayectorias personales distintas a las propias. El abordaje de este eje implica reconocer y valorar positivamente las múltiples diferencias que tenemos todas las personas, por ejemplo, el origen étnico, la nacionalidad, las creencias religiosas, las posiciones políticas, la edad, la condición social, la orientación sexual y la identidad de género, entre otras.

  • Valorar la afectividad

Cuando pensamos en la ESI, es importante contemplar los aspectos relacionados con la afectividad: las emociones, los sentimientos, los valores, la subjetividad, etc., puesto que la dimensión afectiva nos atraviesa como personas individuales y colectivas. 

Algunos de los temas que abarca la dimensión afectiva de la ESI son la amistad y el enamoramiento; las habilidades comunicativas de emociones, sentimientos, deseos, necesidades y problemas; la reflexión y el desarrollo de habilidades psicosociales, como la escucha y la empatía; la resolución de conflictos a través del diálogo; la toma de decisiones; y el pensamiento crítico y creativo.

  • Cuidar el cuerpo y la salud

Las concepciones sobre qué es un cuerpo, cómo lo vivimos y cómo cuidamos nuestra salud, se han ido transformando en diferentes momentos de la historia y siguen cambiando. Por ello, lo más importante para empezar a pensar el cuerpo es que no está vinculado sólo con la dimensión biológica, sino que también está constituido por los significados y valoraciones que se le otorgan en cada sociedad y en cada momento histórico. 

El cuerpo es una dimensión importante de nuestra identidad (personal y colectiva), por eso, cuando reflexionamos sobre él, debemos considerar la influencia del contexto histórico, la cultura, la condición social, la forma de cuidarlo y de valorarlo, así como también las concepciones sobre el sexo y el género que prevalecen en nuestra sociedad.







Fuente: 
Ministerio de Educación de la Nación Referentes Escolares de ESI Educación Secundaria: parte I / 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación. Dirección de Educación para los Derechos Humanos, Género y ESI, 2022.pp 11-16