Consigna:
Se invitará al participante a repensar acerca de las tareas de cuidado a partir de los siguientes videos y las preguntas a continuación:.
I. ¿A qué se llama “tareas de cuidado”? Enumera todas aquellas que conozcas.
II. ¿Quién o quiénes suelen realizarlas en tu casa? ¿Participas en alguna? ¿En cuál/es?
III. ¿Cuánto tiempo crees que suele destinarse a esas tareas? ¿Qué grupo destina más horas?
IV. ¿Alguna vez tuviste que dejar de hacer algo, como verte con amigos o amigas o ir a jugar al fútbol porque tenías que hacerte cargo de tareas de cuidado?
V. ¿Sabés a qué hace referencia el término “carga mental”?
I. ¿Cuáles son los privilegios, roles y estereotipos que se presentan en el video?
II. ¿A qué refiere el concepto de techo de cristal?
III. ¿De qué manera se podrían modificar las leyes para generar cambios que impacten en la realidad social?
Consigna:
Se les propondrá leer las siguientes historias incompletas y que escriban sintéticamente posibles desenlaces.
1) Un grupo de amigos estaba en un partido de fútbol. Todos jugaban en el mismo equipo. La pelea comenzó cuando un rival...
2) Un grupo de amigos salió a bailar. Juan se encontraba tomando un trago cuando se le acercó otro joven y lo invitó a bailar. El problema comenzó cuando un amigo…
3) Mario y Carlos discutieron durante el recreo entre clases por culpa de un trabajo práctico para la escuela. Mario le dijo que lo iba a esperar afuera para “resolver el problema”. A la salida de la escuela…
4) Un grupo de amigos salió a bailar. Uno de ellos, Francisco, vio que un joven estaba mirando a su novia. La pelea comenzó cuando Francisco…
5) video
Luego, respondemos las siguientes preguntas:
I. ¿Por qué creés que los jóvenes reaccionaron así y no de otra forma?
II. ¿Qué consecuencias trae resolver así los conflictos?
III. ¿Se encuentra el “Honor” en juego en cada una de estas historias?
IV. ¿Qué es lo que se defiende en estas situaciones?
V. ¿Creés que podría haber otras soluciones a estos conflictos, que se podrían haber encarado de otra manera?
Se pedirá que escriban una definición de estereotipos para luego ahondar en ella.
Marco teórico
Cuadernillo para reflexionar sobre la construcción de las masculinidades leer las pag. 8-13
¿Desde dónde partimos?
La dicotomía creada por la estructura o ideología patriarcal construye las diferencias entre hombres y mujeres de manera tal que la inferioridad de las mujeres es entendida como biológicamente inherente o natural. Así, se les asignan a las mujeres roles, comportamientos y características de menor prestigio. Mientras que de los hombres se espera que sean fuertes, agresivos y racionales, de las mujeres se espera todo lo contrario: que sean dulces, emocionales, pasivas, hogareñas. Además, deben desarrollar el rol de madre y esposa con actitudes de cuidado, presencia y entrega absoluta.
Es decir, el espacio público es pensado como exclusivo de los hombres y es el espacio privado o doméstico el que está destinado a las mujeres. La sociedad jerarquiza lo masculino por sobre lo femenino, lo que provoca una distribución desigual de poder, desfavorable para las mujeres.
Podemos afirmar que el patriarcado no sólo establece relaciones de desigualdad entre varones y mujeres. Como sistema que impone jerarquías entre las personas, básicamente según el género al que pertenezcan, el patriarcado extiende también sus relaciones de poder hacia otras identidades y corporalidades.
El patriarcado define a un sujeto hegemónico (varón, blanco, heterosexual, sin discapacidad) y cuanto más nos “alejamos” de tales características, más bajo en la jerarquía social nos coloca.
Cuando no respondemos a lo que se espera de nosotras/os y nos corremos de la “norma social” del estereotipo de género en el que deberíamos encajar, el sistema patriarcal busca aleccionarnos, disciplinarnos, usando incluso la violencia física.
Existen ciertas reglas jurídicas, sociales y culturales que establecen categorías rígidas de masculino/hombre y femenino/mujer que son excluyentes de personas que no se identifican en ellas, como las personas trans y/o intersex. Así como también, la noción de la heterosexualidad impuesta como norma, que establece una especie de jerarquía sexual. A esto lo llamamos, “binarismo de género” y “heteronormatividad”.
¿Por qué es importante hablar de la construcción social del patriarcado?
Consideramos que trabajar los roles y estereotipos patriarcales que cimentan nuestra sociedad es de vital importancia para poder abordar la temática de la violencia de género o machista de manera integral.
Las raíces de la violencia de género se encuentran en los diferentes roles y comportamientos asignados social y culturalmente a las personas según el género al que pertenezcan como vimos en el apartado anterior. Más adelante veremos que la violencia es, en muchos casos, una consecuencia de la creencia según la cual los hombres tienen “derecho a ciertos privilegios”. Las costumbres sociales, tales como, alentar la conducta agresiva y reprimir la expresión de las emociones (por considerarse una cualidad “femenina”), asumir riesgos a cualquier costo, por ejemplo, terminan “autorizando” el uso de la violencia y convalidando a los varones en una posición dominante en relación con las mujeres y otras identidades.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de masculinidades?
El concepto de masculinidad(es) se refiere a los modos en que los hombres son socializados y a los discursos y prácticas que se asocian con las diferentes formas de “ser hombre”. Como hemos mencionado anteriormente, si bien existen múltiples maneras de ser hombre, nuestra cultura occidental aún promueve un modelo de género que le otorga mayor valoración a lo masculino por sobre lo femenino, promoviendo en los hombres ciertos comportamientos como la competitividad, la demostración de virilidad, la búsqueda del riesgo y el uso de la violencia en determinadas circunstancias.
Se ha llamado a este modelo de masculinidad como Masculinidad Hegemónica. Desde este modelo de masculinidad para que un hombre sea considerado como tal debe detentar características como ser activo, fuerte, no expresar sus emociones, no demostrar miedo, ser jefe de hogar y proveedor, responsable y autónomo, entre otras. Asimismo, dentro de los mandatos de la masculinidad hegemónica, el autocuidado y la valoración del cuerpo en el plano de la salud es escaso ya que se asocia a vulnerabilidad, y por tanto, aparece como un valor femenino. Una de las características vitales de la masculinidad hegemónica es la heterosexualidad. Así, en el marco de la sexualidad, el modelo ordena al varón a desear, conquistar y poseer mujeres. Esta prescripción de heterosexualidad es obligatoria al tiempo que implica la estigmatización y discriminación de todos aquellos hombres que no cumplan con dicho mandato. Esta exclusión afecta a aquellos hombres cuya orientación sexual no sea la heterosexual, siendo “feminizados” como si de una operación despectiva se tratase: pasan a ser expulsados de manera simbólica y práctica de la identidad masculina.
El sistema patriarcal coordina una serie de relaciones intragénero entre los distintos tipos de masculinidades, basadas en el lugar que los hombres ocupan en la estructura social, en conjunto con la valoración que se le otorga a ciertas cualidades tenidas en cuenta como viriles en la sociedad actual. Este dinamismo de interacciones hacia el interior de las masculinidades determina alianzas, complicidades, subordinación y dominación al interior del género masculino. De esta manera, mientras vemos que nuestra sociedad le da una relevancia jerárquica a la masculinidad hegemónica, dominante, también nos encontramos con que hay otras masculinidades subordinadas a ésta. Por ejemplo, los hombres gays, bisexuales o trans suelen ser discriminados por sus congéneres a partir de una lógica desde el homotransodio que los considera “femeninos” (lo que equivaldría a una categoría de hombre inferior). Esta lógica discriminatoria generalmente se plasma en procesos materiales que restringen, a quienes no responden a los estándares de la masculinidad hegemónica, en el acceso a ciertos empleos o jerarquías en sus ocupaciones.
Los mandatos de masculinidad
La imagen del hombre ha estado fuertemente asociada a la del patriarca, en tanto figura que detenta
un poder en oposición al hombre que es dependiente y dominado por otros. Este símbolo de poder se reafirma en el machismo con el ejercicio de la virilidad y de control sobre cualquier otra identidad, en general y sobre las mujeres, en particular.
Los mandatos de masculinidad de nuestra sociedad inducen a los hombres a:
• Exponerse a sí mismos y a otros/as a conductas violentas;
• Tener mayor independencia económica;
• Ser agresivos y competitivos;
• Separarse de lo doméstico, como forma de distanciarse de lo femenino.12
Estos mandatos son internalizados en el varón a través de una serie de mecanismos de socialización que veremos a continuación.
Mecanismos de socialización
Distintos son los mecanismos a través de los cuales los hombres jóvenes son socializados en el
conjunto de mandatos que conforman la estructura de la masculinidad hegemónica y por ende en el
ejercicio de la violencia en que desemboca el cumplimiento de esos mandatos.
A continuación, se presentan algunos ejemplos:
• Por medio de la reproducción de modelos de vinculación familiares donde prevalece la violencia;
• Según los juegos y juguetes que se les ofrecen y los que se les niegan, se incentiva el desarrollo de algunas actitudes y se reprimen otras;
• Al pertenecer a grupos de pares donde se motiva el uso de la fuerza y el menosprecio por mujeres y personas LGBTI;
• Ser criado en contextos donde la provisión del hogar está en manos exclusivamente de varones;
• Aprender que para ser un “hombre de verdad” es necesario tener actitudes hostiles y reprimir las emociones;
• Demostración constante de virilidad hacia el interior de grupos de pertenencia;
• Al ser testigos de las múltiples formas de violencia social, institucional y estatal para resolver conflictos humanos.
Es común que a los hombres jóvenes se les enseñe que es correcto expresar su rabia agrediendo a otras/otros. Las agresiones se justifican como reacción común o inevitable ante una amenaza, como una conducta aceptable e incontrolable. Sin embargo, no se les enseña a expresar libremente emociones tales como el amor, el erotismo, la tristeza, la pena, la impotencia, el miedo y la culpa, ni a contar con herramientas para resolver conflictos de manera pacífica. Hay también otros espacios donde los niños y hombres jóvenes son socializados para comportarse violentamente, entre otros, en el ámbito escolar. Familias y docentes frecuentemente catalogan como problemáticos a niños y adolescentes que presentan estas conductas.y actúan de forma autoritaria con ellos.
La complicidad masculina
Como podemos ver, para que esta socialización sea efectiva hace falta contar con un elemento imprescindible: la complicidad masculina. Durante el proceso de socialización y luego, durante el resto de la vida, los varones reafirman su pertenencia a la masculinidad hegemónica a través de la reproducción de los mandatos bajo la forma de actos, actitudes, creencias, etc., todas acciones dirigidas a ese varón imaginario que se le enseñó que debe representar. Ese tipo de accionar se convierte automáticamente en complicidad con el modelo hegemónico, puesto que lo perpetúa en el tiempo.
Tomemos como ejemplo al mal llamado “piropo” en la calle (y en cualquier lugar)13 de un hombre a una mujer: lo que tiene la apariencia de ser un acto dirigido a una mujer, en realidad es un mensaje de reafirmación a esa imagen de varón idealizada por la educación patriarcal. Lo mismo puede encontrarse en los grupos de whatsapp integrados enteramente por varones, donde tarde o temprano suelen aparecer mensajes machistas para referirse despectivamente hacia mujeres, lesbianas, bisexuales, no binaries o incluso a otros varones del grupo a los que se busca aleccionar por alguna “afrenta” a la masculinidad grupal. Presenciar esa situación y no condenarla, guardando silencio, también es una forma de complicidad, ya que no permite poner en juego la posibilidad de otra(s) masculinidad(es) que no necesiten oprimir para vincularse.
La mayoría de los hombres no responden al tipo ideal de la masculinidad hegemónica. Sin embargo, colaboran en su continuidad debido a que el sistema de dominación patriarcal les ofrece ciertos beneficios por el hecho de ser hombres, o simplemente por el temor a ser excluidos del grupo de pares (algo muy presente entre adolescentes).
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